El pasado 3 de abril de 2010 un grupo de senderistas ubriqueños, algunos de ellos miembros de la Asociación Cultural y Deportiva Tercera Escuadra, completó la travesía entre las localidades de Ronda (Málaga) y Villaluenga del Rosario (Cádiz), de unos 30 kilómetros.
Mapa de la travesía Ronda-Villaluenga (clic para ampliar)
[Fuente: Instituto de Cartografía de Andalucía]
La ruta consta de un primer tramo que, bordeando a veces el tajo de la ciudad rondeña, desciende hacia La Indiana en busca de del paso que permite atravesar la línea ferroviaria. Enlazamos en ese punto con el denominado Camino Viejo de Ronda que conduce a Montejaque. Este sendero, siempre en ascenso, hoy ha sido señalizado como GR-7, pero se trata en realidad de un antiguo camino utilizado por los "cosarios" de toda la Serranía para llevar y traer todo tipo de encargos y mensajes entre sus poblaciones de origen y Ronda. Nos enfrentamos aquí con una exigente subida de unos 4 kilómetros a través de unas tierras que en otros tiempos fueron grandes productoras de trigo y que se reflejan hoy en algunos grandes cortijos abandonados. Después de abandonar estos campos de cereales nos adentramos en otros de olivos y vegetales como esparragueras y matorral. Coronados estos cerros, si volvemos la vista atrás podemos contemplar una panorámica de Ronda. Después de llanear un rato, nos encontramos con la ermita de la Virgen de la Escarigüela pero nuestros pasos nos llevan a un nuevo camino empedrado en forma de zigzag y a una hermosa visión de Montejaque (Málaga).[Fuente: Instituto de Cartografía de Andalucía]
La travesía urbana por esta localidad, convertida hoy en un importante centro de turismo rural y meca de la espeleología andaluza por su cercanía a los llanos y las simas del Macizo de Líbar, debe desembocar en la calle Tajo, en la parte alta del pueblo. Allí hay que tomar un carril, otra vez en ascenso, flanqueado por enormes pedregales y espectaculares formaciones calizas y en cuyos escasos claros pastorean ovejas y cabras. Después de unos 4 kilómetros nos encontramos con un paisaje de encinas y grandes llanos rodeados de montañas calizas. Se trata de unos valles alargados a unos 1.000 metros de altitud, situados entre la Sierra de Grazalema y el río Guadiaro, y conocidos como los Llanos de Líbar, rellenos de material producto de la erosión donde la principal actividad sigue siendo la ganadera. Entre unos y otros se encuentran bosques de encinas, alcornoques, quejigos y castaños. En los últimos llanos, sin duda los más imponentes, se sitúan el cortijo-refugio de Líbar y un abrevadero para el ganado. Y se nos presenta como un espacio encajonado entre montañas y casi secuestrado del mundo. Dentro de este paisaje la sensación de aislamiento es absoluta. Los arroyos aquí no tienen salida y son absorbidos por los sumideros y las grandes simas.
La salida natural para nosotros tiene que ser a través de un sendero que discurre paralelo a una alambrada y que nos conduce hasta el puerto del Correo, donde una angarilla nos permite atravesar una pared de piedra. En ese punto, donde se sitúan los límites entre las provincias de Cádiz y Málaga, recuperamos la señalización del GR-7. Se trata sin duda del tramo más accidentado por lo abrupto de un terreno de escarpes y pronunciados desniveles. Desde esas alturas se puede tener una panorámica general de las sierras del Caíllo y del Endrinal, así como de los Llanos del Republicano, hacia donde nos dirigimos, con nuevos arroyos buscando sumideros de agua que sólo se traga la tierra. Pero antes de llegar a nuestro destino tenemos que ascender por otro bosque de encinas, alcornoques y quejigos.
Finalmente, la visión en la lejanía de Villaluenga del Rosario (Cádiz) se percibe como un premio por lo que supone de superación de un reto. Si además el punto de llegada coincide con la feria del queso payoyo, uno de los indiscutibles atractivos de la localidad, la recompensa tiene que ser doble.
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